Café musical

10 sept 2010

Serie Bicentenario: Primer y segundo intentos de gobierno criollo (1808-1809)

Pues las noticias llegaron a los virreinatos y aquí en la Nueva España la reacción fue inmediata. Los hijos de puta de los españoles peninsulares creían que el virreinato no debía tener una junta central como las de las provincias de España, para eso crearon el Real Acuerdo, que la conformaban oidores peninsulares y el virrey, de hecho, tampoco iban a acatar las decisiones de la Junta Central de España. Por el otro lado, los siempre apalastados criollos aceptaban la idea de la Junta Central, apoyados por las leyes vigentes. Los regidores del Ayuntamiento de la Ciudad de México, Francisco Primo de Verdad y Juan Francisco Azcárate, declararon que a falta de rey la soberanía regresaba al pueblo, por lo que el Ayuntamiento era el regente legítimo de la ciudad en tiempos turbulentos. Obviamente, las dos facciones se enfrascaron en una verdadera lucha de dimes y diretes. 

Unos días después de esto, un 20 de agosto, llega un representante de la Junta de Sevilla y se entrevista con el virrey, le pide que se una a la junta. A la semana llega un representante de la Junta de Oviedo, platica con el virrey Iturrigaray y le pide lo mismo. El virrey rechaza ambas propuestas y los españolitos comienzan a sospechar. A los pocos días de lo último llegan los representantes del Ayuntamiento y le proponen a Iturrigaray gobernar en lugar del rey y convocar a una Junta como en el resto de España. El cuate estaba que se orinaba de miedo de perder el puesto por la llegada de los franceses a España, pero la propuesta del Ayuntamiento le permitía seguir monitoreando las cosas. Total que aceptó y al día siguiente convocó a junta a los dos grupos, al Ayntamiento y al Real Acuerdo, y dijo que la soberanía regresaba al pueblo y que el Ayuntamiento tomaba el mando junto con él. Esto hizo que los españoles vomitaran sapos y flamearan por el trasero. Sus intereses iban a ir al caño (bueno, más bien a la calle por eso del "agua va") y los criollos por fin iban a imponer sus condiciones y probablemente hacer de ese virreinato algo mejor. Nunca se había visto a los españoles con tanto miedo. Decidieron tomar la justicia por su mano (como siempre) y planearon un golpe de Estado. 

El 11 de septiembre el grupo quedó confirmado, se bautizaron "Los Patriotas de Fernando VII" y se pusieron en acción, entre ellos estaba el rico hacendado Gabriel de Yermo, que fue quien dio todas las provisiones necesarias. El 15 de septiembre fue el día elegido para atacar Palacio Virreinal, además de que el mismo día unos emisarios del grupo fueron con el arzobispo Francisco Xavier de Lizana y Beaumont para convencerlo. Lo lograron y su excelencia les dio la bendición. El virrey Iturrigaray ya había sido informado de esta conspiración para derrocarlo, pero al camote le valió madre y se fue con su esposa a una función de zarzuela. El virrey rápidamente se puso hasta la madre, pero aguantó al final de la función y se retiró hacia Palacio Virreinal. Cabe señalar que el ejército virreinal ya estaba infiltrado con partidarios a la causa de "Los Payasos de Fernanputo VII", desgraciadamente. Los infiltrados se encargaron de asesinar a quienes se mantuvieran fieles al virrey. Ya en Palacio, Gabriel de Yermo personalmente arrestó al virrey justo antes de que pudiera entrar a su habitación. Los cargos: traición y sabotaje del virreinato. Inmediatamente arrestaron a su esposa y a sus hijos y en menos de lo que canta un gallo los llevaron a su prisión, el convento de San Bernardo de Claraval, para ser días después trasladado a Cádiz para ser juzgado. De hecho, en el Palacio se encontraron varios documentos comprometedores que fueron usados en su contra. 

De Yermo transmitió a sus seguidores el éxito de la operación. De repente, a uno de los del grupo se le ocurrió la idea que echaría todo al caño para los criollos: La detención de Primo de Verdad y Azcárate. Rápidamente le hicieron caso y fueron tras ellos. Los dos fueron hallados en sus casas y llevados a diferentes cárceles. Primo de Verdad fue hecho preso en la cárcel del Arzobispado y el 4 de octubre fue asesinado en su celda, para ser exactos ahorcado. Para simular que él se había suicidado los asesinos colocaron el pedazo largo de la soga en su mano ya que se encontraba en el piso. Azcárate fue trasladado a la misma prisión que Primo de Verdad, pero a los pocos días fue llevado al convento de Betlemitas. Afortunadamente vivió y fue liberado en 1811.

Los españoles habían obtenido una victoria rotunda. La Real Audiencia comenzó a gobernar libremente la Nueva España con mano dura. Como títere, colocaron en el trono virreinal al chochiento general Pedro de Garibay (el cuate ya tenía más de 80 años cuando aceptó ser mangoneado). Los criollos estaban más que furiosos con los españoles y empezaron a pensar seriamente una movilización armada para fregarse a los peninsulares, eso sí, nunca se pensó en la Independencia, sino en un cambio de mentalidad en el aparato virreinal (como lo de Fox cuando estaba el PRI). Para echarle más leña al fuego furioso criollo, lo primero que hizo el viejo caracamal fue clausurar el cuartel del ejército virreinal en Xalapa. La razón, el 99% de ese regimiento estaba conformado por criollos y el ruco pensó que tarde o temprano iban a estarle apuntando con sus mosquetes en el trasero en su oficina y armar una revolución criolla. Esto provocó que los militares renunciados promovieran en sus lares las ideas de Primo de Verdad y Azcárate. Al poco tiempo Garibay dejó el trono por falta de oxígeno (jeje, broma) y la Audiencia decidió entronar a su benefactor principal, el arzobispo primado de México Lizana y Beaumont. Lizana trató de ser conciliador para las dos partes, sobre todo para los criollos, que seguían ardiendo en infernal ira. Para empezar, mandó por fin representantes de la Nueva España a la Junta Central de Cádiz. La Junta le encargó enviar un poco de dinero para apoyar la causa en contra de los franceses. Hizo lo que los criollos odiaban, fuga de capitales. Como dije amigos, Lizana trató de ser conciliador y le bajó un poco de huevos a la persecución criolla, además separó de sus cargos en la Audiencia e Intendencias a muchos españoles peninsulares.

Todas estas acciones de Lizana fueron en vano, para principios de 1809 movimientos conspiratorios criollos en contra del agandalle  peninsular ya estaban repartidos por todo el sector centro del virreinato. A los criollos también se habían integrado peninsulares moderados y mestizos. La conspiración que inspiró a la de Querétaro (1810) y que estuvo a punto de lograr el cometido (por eso su importancia) fue la de Valladolid. Esa conspiración era integrada entre otros por los hermanos Michelena, José María García Obeso, Ignacio Allende y Mariano Abasolo. El objetivo principal: reunir personas de todo el virreinato para formar una Junta que gobernara en lugar de Fernando VII. El éxito o fracaso de esto dependía de la gente que reunieran, así que se dieron a la labor de bajarles las nubes y las estrellas a los pobladores. Obviamente, personas y personas se unían, entre ellas un joto traidor que dió aviso a las autoridades virreinales una semana antes de arrancar el levantamiento (programado para el 21 de diciembre de 1809). Apresaron a todos, aunque pronto fueron liberados por órdenes del virrey Lizana. Con esto intentaba mostrarse benevolente, algo que le reprocharon los peninsulares. Aún así, el daño hacia la Corona ya estaba más que hecho, tambores de guerra sonaron durante todo 1809 y principios de 1810. 

Pieza del post 
Sinfornía número 25 en G menor (1er movimiento) - Wolfgang Amadeus Mozart

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