Café musical

7 mar 2009

Relámpagos

Era un día lluvioso del 2001 en Guadalajara, los relámpagos siempre me han dado suerte. Ese día tenía el café hasta la madre de gente, tan así, que casi no pude conversar con ningún cliente, como lo hago siempre. ¡Ah! Los relámpagos, hermosos rayos de luz a voltajes mortíferos, y que gracias a su gran velocidad el tronido se oye como segundos después de que cayó uno, parece que hacen cola los tronidos, porque los rayos salen como maquinita, como que el gran Zeus no se espera para tirarlos y dejar que el ruido los alcance.

Pero como les decía, los relámpagos siempre me han dado buena suerte. Cuando niño, allá en los Estados Unidos, en la escuela me enseñaron que fue el ilustre Benjamín "Benjamón" Franklin quien había descubierto la energía eléctrica, y pos como era un chavito quería repetir el experimento de Franklin. Mi señor padre me dijo que estaba loco y que me iba a morir... Y pues tuvo razón porque lamentablemente mi señor padre murió electrocutado ya aqui en Guadalajara, haciendo unos trabajillos para la CFE. Hago saber que mi padre, después del programa brasero, aprendió el oficio de electricista, nunca tuvo para ir a la escuela y estudiar la ingeniería, pero gracias a eso y lo del brasero, nos dió de comer, nos vistió bien y pos nos mandó a todos los 14 hermanos a la Universidad, la preferida obviamente fue la UNAM. El nunca quiso que fueramos "burros" como él.

Jeje, ya me desvíe de la historia, siguiendo con los relámpagos... Un día tenía examen de química en la secundaria. No había estudiado absolutamente nada, sinceramente, me dió una hueva masiva. En eso que el cielo se puso negrísimo, empezó a llover a cántaros y como a la media hora a relampaguear y a tronar. Genial amigos. Me empezé a acordar de algunas cosas, y a los dos días nos entregan los resultados, pasé con 8.

Gracias a los relámpagos, conocí a mi esposa, mi mejor amiga, que mujer tan hermosa, con decirles que estaba igualita (hasta en el cuerpo) a la muchacha que posó para el escultor que hacía la Diana Cazadora de la ciudad de México. Ella era compañera mía en la carrera de contabilidad, en la UNAM. La mujer más encantadora del mundo. Estábamos en clase y pues obviamente, se tenía pronosticado un tormentón, empieza a llover y a tronar... "A huevo", pensé; "relámpagos, este es mi día con ella".

Ya había caído en el efecto de sus feromonas desde el primer día que pasé cerca de ella, delicioso olor que no podemos percibir, pero ahí está el cabrón. Y pues, ya teníamos una gran amistad, hicimos gran química feromónica, y aparte coincidiamos en muchas cosas: ella también vivió un tiempo en Estados Unidos por el programa brasero, era de las poquísimas mujeres que les gustaba el futbol en ese entonces (desgracidamente, le iba a nuestro rival odiado, el Club Deportivo Guadalajara, las mismísimas chivitas), y le encantaba el café.

A la salida de la clase, saqué mi paraguas, nos fuimos juntos con dirección a la torre de rectoría, porque yo tenía que hacer algunos trámites. Cayó un rayo muy cerca de nosotros, se asustó bien feo, y pos con el corazón a mil por hora, le dí un tremendo besote a la francesa, la pollita se derritió y me lo devolvió con harta pasión. Mandé al carajo los trámites, nos fuimos abrazados hasta mi coche y nos fuimos a su casa. El día que le pedí la mano a su padre (jeje, fui chapado a la antigua), también relampagueó, y PUM, su padre aceptó, y como a los dos meses nos casamos.

También, un día que relampagueó, me dieron mi chamba en el gobierno federal, el señor secretario de Gobernación, el Licenciado Gustavo "EL TROFEO" Díaz Ordaz me seleccionó entre otros cuantos recién graduados contadores. La verdad, no tenía ni idea de por qué Gobernación quería un contador, en ese caso, el que lo solicitaría sería Hacienda, es más lógico, pero pos no, quien sabe que mosca le picó al nefasto Díaz Ordaz. En fin, fueron buenos años en el gobierno. Por cierto, eso de Trofeo, se lo puse entre mis cuates, porque todos bien sabemos que el cabrón de Díaz Ordaz estaba bien TROMPUDO y FEO, de hecho, la razón de sus arranques de poder en su gobierno fue precisamente su trauma psicológico de fealdad. Ni el se la creyó cuando su esposa se casó con él, ni se la creyó que López Mateos lo hubiera agarrado a él como "tapado", ya me lo imagino diciéndole: "pero señor presidente, estoy pa' los leones, mire mis dientes de burro calabacero, ¿quién demonios va a querer un presidente tan feo en estos tiempos?...

Mis primeros chiquillos (mi buena esposa me dió tres chamacos al mismo tiempo, genial) nacieron un frío día de invierno, donde empezó a llover y a relampaguear, que buen día para ser papá.

Gracias a los relámpagos, un buen día de 1987, saliendo de mi despacho (me recibió una buena dotación En Familia con Chabelo de granizo) me encontré una bolsa con unos cuantos baros, de grandes dígitos. Eso me ayudó un poco con la inflación y la crisis de aquellos años, aunque como todo ciudadano honrado y honesto, entregué el dinero a la policía (que en aquellos años, pos estaba igual de podrida por dentro, pero de perdida hacían bien la chamba). No le encontraron dueño y pos me lo dieron.

En fin, benditos relámpagos, con su voltaje mortífero, exquisito y precioso, su tronido que hace cimbrar las estructuras más fuertes, tronidos que espantan, que asustan, que aterrorizan, que dan miedo, pero a la vez que te hacen disfrutar la lluvia, hermosa música, hermosa orquesta que hacen las gotas y los rayos al caer...

AAAAAAAAAAAAAAAAAH... Gritó una pinche vieja escandalosa ahí en el café. "Qué, ¿no le gusta que caigan unos cuantos rayitos?", le dije... No señor, me ponen los nervios de punta... Ni se awite damita, para eso está el buen pararrayos del Estadio Jalisco, estamos a salvo aquí en esta zona...

Ah, si solo relampagueara más seguido...

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